1/31/2023
46’5 millones se beben en los hogares y otros 19 en locales públicos, como cafeterías, hoteles o restaurantes.
Según estos datos, facilitados por la Asociación Española del Café (AECafé), el promedio diario de tazas de esta bebida por habitante, incluyendo a la población infantil, es de 1,4, con un consumo per capita de 3,81 kilogramos anuales, cifra que, pese a poner de manifiesto hasta qué punto este estimulante se ha introducido en nuestros hábitos alimenticios, aún está lejos de países como Finlandia, Italia o Países Bajos, que prácticamente la duplican.
Originaria de la zona norte de lo que hoy conocemos como Etiopía, el café empezó a ingerirse en el s. XIII y hoy por hoy es la segunda más consumida en el mundo después del agua. La percepción sobre los efectos que produce sobre la salud humana ha ido variando con el paso del tiempo: si en los años 80 se creía que era perjudicial, numerosos estudios e investigaciones realizados desde entonces hasta nuestros días apuntan que una ingesta moderada de la misma puede aportar múltiples beneficios, como la reducción general de la mortalidad, asociada a una mayor longevidad entre sus consumidores, especialmente marcada a partir de los 54 años, y un menor riesgo de padecer afecciones neurológicas, tanto hepáticas, como la cirrosis, como metabólicas, como la diabetes tipo 2, así como diferentes tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares.
Pese a que este debate suele centrarse en la acción de la cafeína, el agente psicoactivo más consumido en todo el planeta, lo cierto es que el café tostado es una mezcla compleja de más de 1.000 fitoquímicos bioactivos, algunos con efectos potencialmente terapéuticos, con propiedades antioxidantes y antiinflamatorias que mejoran el microbioma intestinal y modulan el metabolismo de la glucosa y las grasas. No obstante, su aportación en este sentido varía en función de las variedades de café -arábica, robusta o libérica, entre otras-, de su método de elaboración a partir del grano verde sin tostar, del grado de tueste y de la forma de prepararlo.
Las máquinas de vending y su contribución al aumento del consumo de café
Ante la necesidad de numerosas empresas estadounidenses de acortar la pausa del desayuno, en 1946 el empresario de origen armenio Cyrus Melikian inventó la primera máquina expendedora de café caliente, a la cual llamó Kwik Kafé, que supuso un verdadero hito en la historia del vending pues se extendió a un ritmo vertiginoso primero por los Estados Unidos y poco más tarde por todo el mundo, propiciando un notable incremento del consumo de esta sustancia.
Un año más tarde la máquina, distribuida por la R.M. Rudd Melikian Company, estaba presente en numerosos puntos y servía 250.000 tazas diarias; en menos de una década el total de expendedoras de café superaba las 60.000 unidades en estaciones, fábricas y oficinas repartidas por todos el país norteamericano.
Poco más tarde, a finales de los años cincuenta, la máquina cruzó el charco y llegó a Europa, y aunque inicialmente sus unidades se importaban de EE.UU., pronto se empezaron a fabricar en Italia, desde donde se distribuían al resto de Europa.
En la década de los sesenta llegaron a España de la mano de grandes compañías como Renfe o Telefónica, desde las cuales se fueron extendiendo al resto de empresas y lugares de tránsito. Sesenta años más tarde es realmente difícil encontrar en nuestro país una oficina o espacio público que no disponga de ellas.
A lo largo de este año esta variedad, la más consumida en el mundo, ha alcanzado máximos a los cuales no llegaba desde 1977.
La IA abre un nuevo mundo de posibilidades, en muchos casos inimaginables hasta hace bien poco, en los diferentes procesos de gestión de las máquinas expendedoras.
Este tipo de establecimientos combina la tradicional experiencia de compra con la venta a través de máquinas de vending.